viernes, 30 de noviembre de 2012

El sexo en la historia (4° Parte)

Los griegos ya lo inventaron
(Primera Parte)

Comenzamos con las curiosidades más picantes de la antigua civilización que surgió a orillas del Mar Egeo. En la antigua Grecia, se toleraba la homosexualidad y la pederastia era una institución. Las mujeres tenías muchos menos derechos en comparación con las egipcias; y según la polis tenían valores tenían una idea muy diferente de familia.




Infieles, pero según con quién: El griego casado no estaba obligado ni por ley ni por tradición a ser fiel a su esposa, hecho que no sucedía a la inversa. Independientemente de su estado civil, el varón heleno podía mantener relaciones con otras mujeres y jovencitos. Ahora bien, el peso de la ley caía implacablemente sobre aquellos incautos o atrevidos que intentaban seducir a una dama casada o a cualquier otra mujer que estuviera bajo la potestad de un hombre, ya fuera su marido, su padre o su hermano.

Consecuencia: En tiempos homéricos tanto el marido engañado como el tutor de la doncella que intimó con un atrevido seductor podía elegir entre matarlo y exigir una indemnización. Eufileto optó por la primera opción, después de sorprender a Eratóstenes en el lecho de su esposa. El acongojado amante le propuso una compensación económica, pero Eufileto le respondió: "No te mato yo, es la Ley del Estado la que te ejecuta".

¡Pero qué tramposo!: Un engaño frecuente en las grandes ciudades griegas era el del marido burlado. Cuenta la tradición que un tal Estéfano se valía de los encantos de su mujer y su hija para desplumar forasteros. La estafa consistía en encontrar in fraganti al incauto en la cama con su parienta, que previamente lo había seducido, y exigirle una fuerte suma de dinero como compensación por el daño moral. 

Como castigo un rábano: Con el paso del tiempo, los castigos por adultero se suavizaron, aunque se mantuvieron vigentes en algunos pueblos helenos. En éstos, la punición para el hombre consistía en insertarle un rábano por el ano y depilarle las posaderas. y en otros, la infiel se exhibía con un velo transparente atada a una columna de la plaza o del mercado y después se la paseaba de la manera más humillante en el lomo de un burro.

Papá, papaá, papaaá!!!: Los espartanos no se preocupaban por asegurarse la paternidad de los hijos que daban a luz sus mujeres, siempre y cuando estuvieran sanos y fuertes para convertirse en poderosos guerreros que los honraran.

Ligero de ropa, para correr mejor: Los atletas que competían en los Juegos Olímpicos cubrían sus genitales con una especie de taparrabos, pero a partir de la decimoquinta Olimpiada, en 720 aC, comenzaron a competir completamente desnudos. Las mujeres casadas estaban excluidas de las fiestas de Zeus en Olimpia, para evitar tentaciones de unos y otras. Además, no hay que olvidar que los Juegos pasaban por Corinto, la ciudad de los placeres extraconyugales.

Un enredo atlético: Como las señoras estaban proscritas en los gimnasios y eventos deportivos, salvo en Esparta, los atletas y acompañantes masculinos contaban con los servicios de una especie de celestina que les buscaba amantes. La celestina, prokyklís, enredaba a mujeres cuyos maridos estaban ausentes para citarlos a los galanes y, además, se encargaba de buscar el nido de amor.

Efectivamente todo está en la cabeza: La primera teoría griega sobre el origen del líquido seminal fue formulada en la primera mitad del siglo III por Diógenes Laercio. según este filósofo, el esperma se forma en el cerebro y fluye de éste den forma de gotita, stagón ekefalou.


"Jóvenes espartanas preparándose para la lucha", Degas  (18860-62) Osl, 109x154,5 cm

Las que enseñan los muslos: Las mujeres espartanas vestían un khitón -especie de túnica recta- provisto de una sensual abertura lateral que dejaba ver los muslos fugazmente con cada paso. Esta moda hizo que las muchachas de Esparta fueran conocidas como phainomerides, las que enseñan los muslos. Pero su atrevimiento no quedaba limitado a su vestido, ya que las jóvenes no mostraban ningún pudor en mostrarse semidesnudas en la palestra, mezcladas con los varones. está afición al nudismo llamó la atención al resto de los griegos, que utilizaron el modismo "hacer el dorio" como sinónimo de quedar desnudo.

Ellos sí, ellas no: En el Grecia arcaica y clásica, la carrera era una competición atlética esencialmente viril y, salvo excepciones, las carreras femeninas resultaban opuestas a los cánones de comportamiento, que en la sociedad ateniense reclamaban recato e inmovilidad de la mujer. Incluso desde el estamento médico se argumentaba que el impulso a saltar y correr agitadamente de una mujer era un síntoma enfermizo al que estaban expuestas las vírgenes que no se casaban cuando les llegaba la hora, así como las esposas que no lograban concebir.

Afrodita de Praxíteles
Mujeres con mucho arte: En el siglo IV aC, surge la figura de la hetaria, la mujer que hace de la práctica del amor un arte. Se trataba de amantes de lujo que eran mantenidas por hombres adinerados con el propósito de poder tener relaciones sin el compromiso formal del casamiento. Una de las más famosas fue Friné, la inmortalizada en el mármol por Praxíteles para la estatua de Afrodita. Nacida en Tespia, Beocia, esta bella e inteligente mujer pasó de cuidar cabras en su niñez a deleitar a los atenienses con un espectáculo erótico que podría ser considerado como el predecesor de los actuales shows de strip-tease. En las fiesta de Poseidón se situaba en lo más alto del templo y, ante todo un pueblo ávido y curioso, comenzaba a bajar la escalinata despojándose de la ropa prenda por prenda. Ya completamente desnuda, corría hacia la playa, se sumergía en el mar y surgía de las aguas como una nueva Afrodita. Eutias, un galán que no consiguió sus favores, la acusó de realizar una sacrílega parodia de los misterios de la diosa Deméter, delito que se castigaba con la muerte. Friné se libró del castigo gracias a la intervención de Hipérides, que pidió a los jueces que se dignasen a contemplar a la acusada: "Comprenderían, ¡oh jueces!, que una belleza tan sobrehumana no puede ser impía". El tribunal aceptó y Friné apareció ante el jurado vistiendo una liviana y transparente túnica. Se dice que Hipérides exclamó: "¡Vamos! ¿No les dolería lanzar a la muerte a la misma diosa Afrodita?". Lo que vieron debió ser muy convincente porque terminaron absolviéndola.

Salió por la puerta grande: Otra famosa hetarea, capricho de Demóstenes, amante de Alcibíades y de Aristipo, discípulo de Sócrates, fue la bellísima Lais de Corinto. De pequeña ya sirvió como modelo para esculpir una estatua de Afrodita y a los 17 años ya había tenido tantas historias amorosas con atenienses influyentes que decidió regresar a su ciudad natal. Al llegar, como correspondía a su condición de hetaria fue a ofrendar una corona de flores a Afrodita. Aquel día, el templo estaba lleno de prostitutas y los cronistas afirmaron que cuando Lais entró en el templo, todas las cortesanas le abrieron paso, impresionadas por su belleza. Después de la ofrenda floral, la hetaria se despojó de la túnica y su figura deslumbró a todos los presentes.

Aspasia de Mileto
Chicas, a filosofar: Los respetados filósofos eran los más deseados por las hetareas que buscaban un amante socialmente acomodado. Para seducirlos, Aspasia, vieja feminista de Megara, natural de Mileto, abrió una escuela donde cientos de jovencitas tomaban clases de filosofía y artes amatorias. Como buena maestra, Aspasia, logró que Pericles, discípulo de Anaxágoras y líder político de Atenas, cayera en sus brazos locamente enamorado, lo que causó revuelo social. Abandonó a su esposa Crisila, con la que había tenido dos hijos para unirse a la hearea filósofa.

La hora de la manicura: Los libertinos atenienses, antes de visitar a una afamada hetarea, se hacían ondular el cabello y se cortaban y limaban las uñas con especial esmero.

Recaudando fondos: Cuenta Heródoto que las jóvenes casaderas de Lidia completaban su ajuar aceptando propuestas amorosas.

Si hay cariño, no hay pasión: Los griegos de la época clásica consideraban la pasión y el cariño sentimientos distintos e incompatibles. Los hombres que creían que el enamoramiento era cosa de mujeres y un sentimiento enfermizo y esclavizador, no concebían la libido dentro del matrimonio y consideraban que sexo conyugal como un trabajo o una obligación para engendrar hijos y nunca como un acto placentero. Lo más que llega a sentir el esposo por su compañera es cariño, philía, que excluye el amor pasional, eros

¡Feliz cumpleaños!: Las mujeres helenas empezaban a festejar sus cumpleaños después de la fecha de la boda.

Siguiendo la pista de la eyaculación femenina: La antigua medicina griega propuso la existencia de un semen femenino, puesto que en las disecciones se encontraron con dos testículos -los ovarios- en el interior de la cavidad abdominal y, por simple comparación y semejanza, se pensó que creaban un esperma que se vaciaría por las trompas y de ahí llegaría a la matriz. Durante el coito, la mujer los eyacularía dentro de la cavidad vaginal.

El legado de mamita: Las prostitutas empezaban a ejercer su oficio a los 12 años y en muchos casos heredaban su oficio de sus madres. El sueño de toda iniciada en las artes amatorias era convertirse en una rica y educada hetarea.

Sólo para hombres: Los maridos y amigos se reunían en el andrón, la zona masculina de la casa, para celebrar orgiásticos banquetes privados de los que sus mujeres quedaban excluidas.

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