miércoles, 9 de julio de 2014

Aniversario: Día de la Independencia

A 198 años de la Declaración de la Independencia Argentina

Alegoría de la Declaración de la Independencia, por Luis de Servi. Pintura sobre tela en el techo del Salón Blanco de la Casa Rosada.

En consonancia con movimientos similares en la Península y en casi todo el Imperio Español en el nuevo Mundo el "pueblo" de Buenos Aires -hablamos de una parte de los vecinos, de la elite porteña- formó una junta gubernativa en defensa del poder de la Corona, en ese momentos en manos de un rey invasor, José Bonaparte, hermano del emperador francés Napoleón Bonaparte. Pero las juntas peninsulares no quisieron reconocer a sus pares americanas como iguales y la mayoría de los españoles residentes en América -casi todos funcionarios reales leales al Consejo de Regencia y muchos poderosos hacendados, poseedores de títulos de nobleza españoles- se opusieron violentamente a estos movimientos. Dentro de los cuales, había elementos independentistas que usaban la "Máscara de Fernando VII", para socavar la autoridad real. Este enfrentamiento entre "realistas" y "revolucionarios" actuó como válvula de escape de las tensiones sociales, raciales y regionales por lo que se desató una guerra que al mismo tiempo era revolucionaria, independentista, étnica y regional de impredecible final. En el Río de la Plata, Buenos Aires logró imponer su hegemonía en gran parte del Virreinato, salvo la Banda Oriental que quedó en manos de los realistas y de los rebeldes que apoyaban a José Artigas que tampoco reconocían la autoridad porteña -que encima, tenían que resistir la invasión del Imperio Portugués que siempre anheló la región oriental-; Paraguay que se independizó no sólo de España sino también de Buenos Aires; y el Alto Perú, con su riqueza en minerales, que se había unido al Virreinato del Perú como el principal baluarte realista de Sudamérica. El gobierno porteño a medida que se convertía en patriota se dividió entre centralistas y federales, independentistas y los que todavía buscaban una solución negociada con España -o con alguna otra Corona-, monárquicos y liberales, segregacionistas raciales y integradores, etc. A fines de 1815, la situación de los revolucionarios era desesperada. Venezuela y Colombia fueron reconquistadas por los realistas. Sólo el Río de la Plata seguía en pie, amenazado desde Chile y el Alto Perú. A nivel internacional, la situación era preocupante: Austria, Rusia y Prusia habían formado la Santa Alianza para defender a los absolutismos y apoyaban a Fernando VII en su búsqueda de recuperar su imperio.  En medio de esa gran emergencia, en 1816 las Provincias Unidas decidieron convocar a un nuevo congreso, que se reunió en Tucumán para decidir qué hacer.    



La crisis del gobierno directorial

 Carlos María de Alvear (1789-1852)





Carlos María de Alvear logró que la Asamblea reunida en el año XIII -que de constituyente, se había convertido en cuerpo legislativo- lo nombrara Director Supremo y le delegara parte de sus atribuciones. La Asamblea nunca se volvería a reunir y Alvear se dedicó a intentar fortalecer su posición interna en la capital, contando con un poderoso ejército de reserva en la capital. El breve período de su gobierno se caracterizó por el despotismo. Decidido a mantenerse por la fuerza dispuso la pena de muerte para quien se opusiese a su autoridad o formulase críticas a su gobierno.

Intentó también anular la influencia de José de San Martín, reemplazándolo como gobernador de Cuyo, aunque fracasó en su intento.136 Por último, el Ejército del Norte desconoció completamente su autoridad. Ante tal cúmulo de frustraciones, Alvear envió a Manuel José García en misión secreta a Londres, a solicitar un protectorado británico, renunciando a toda ambición independentista. Tras consultar con el embajador británico, la misión derivó en un pedido de ayuda.

Ignacio Álvarez Thomas (1787-1857)


Para terminar con los federales, Alvear ordenó el avance del ejército sobre Santa Fe. La vanguardia se sublevó, exigiendo la renuncia del director y el fin de la guerra fratricida. También en Buenos Aires hubo una sublevación, durante la cual el cabildo declaró disuelta la Asamblea y ordenó a Alvear entregar el mando. Tras varios días de resistencia, finalmente abandonó Buenos Aires en dirección a Río de Janeiro, el 15 de abril de 1815.

Electores nombrados por los vecinos de Buenos Aires y su Cabildo designaron director supremo, con carácter provisorio, a Rondeau; como éste era el jefe del Ejército del Norte, lo reemplazó interinamente Ignacio Álvarez Thomas. La renuncia de Alvear significó un cambio fundamental en lo político: la revolución volvió a tomar el camino hacia la Independencia. No obstante, la política exterior, tanto diplomática como bélica, permaneció errática durante al menos un año más.

Como símbolo del cambio de gobierno, pocos días después de la caída de Alvear fue enarbolada por primera vez en el Fuerte de Buenos Aires la Bandera Nacional, reemplazando a la española. Para evitar una nueva dictadura, el Cabildo de Buenos Aires estableció una Junta de Observación que ejerciera el Poder Legislativo y fiscalizara al Ejecutivo. La misma sancionó un Estatuto Provisional de Gobierno, en cuyo artículo 30 se ordenaba la reunión de un Congreso en San Miguel de Tucumán para sancionar una constitución de carácter permanente.

El Congreso de Viena, por Jean-Baptiste Isabey, 1819.
En España, Fernando VII había recuperado el gobierno y ejecutaba una política firmemente absolutista. En años anteriores, España se había mostrado dubitativa al momento de defender sus ex colonias, debido a que temía la reacción de las demás naciones europeas. Pero, con sus espaldas cubiertas por la Santa Alianza —la cual, siguiendo las recomendaciones del Congreso de Viena, sostenía a todos los gobiernos establecidos en Europa y promovía la paz entre ellos— Fernando pudo dedicar todos sus esfuerzos al intento de reconquistar la América española. 

La acción del Papa Pío VII, que lanzó la encíclica legitimista de 1816, por la cual bendecía las acciones represivas de los realistas en España, respaldaba su actitud agresiva. De modo que Fernando envió sucesivas expediciones para reconquistar las colonias americanas, llegando a un total de 13 expediciones con 26.542 hombres. No obstante, esas expediciones nunca tuvieron fuerza suficiente como para imponerse decisivamente a los independentistas del Río de la Plata. La única expedición poderosa proyectada para ser lanzada sobre esa región debió ser suspendida repetidas veces, ante las epidemias que diezmaron y debilitaron a sus tropas.


La Liga de los Pueblos Libres

José Gervasio Artigas Arnal (1764-1850)
Las provincias federales intentaron organizarse reuniendo el llamado Congreso de Oriente en Arroyo de la China, que inició sus sesiones a fines de junio de 1815, presidido por Artigas. Álvarez Thomas inició conversaciones con los federales, misión que fue respondida con una diputación a Buenos Aires; el Director Interino arrestó a los delegados para evitar que informaran que en esos días partía una expedición armada rumbo a Santa Fe. A fines de agosto, coincidiendo con el fallecimiento de Candioti, el ejército directorial ocupó esa ciudad y forzó la elección de un gobernador delegado del gobierno nacional.

Ese avance directorial sobre una provincia clave no representó una victoria completa: Córdoba seguía en manos federales y -aunque la ciudad de La Rioja y su jurisdicción se separaron de ella- su ejemplo fue imitado en Santiago del Estero, donde el coronel Juan Francisco Borges logró controlar la ciudad durante cuatro días. Derrotado y capturado, volvería a intentar lograr la autonomía de su provincia al año siguiente; este segundo intento sería castigado con su ejecución.

Por último, también Salta se dio su propio gobierno, al elegir gobernador a su caudillo, Martín Miguel de Güemes, en mayo de 1815. Las autonomías de Salta y Córdoba, no obstante, no significaron la automática alineación de sus gobiernos con el sistema artiguista; si bien Córdoba enviaba sus diputados al Congreso de Oriente, ambas provincias aceptaban la autoridad del gobierno directorial y aportaban a la formación de sus ejércitos. También participarían en el Congreso de Tucumán.

Las Provincias Unidas del Río de la Plata en 1816:
en rojo, la Liga de los Pueblos Libres.



En marzo de 1816, los federales reaccionaron expulsando a las fuerzas directoriales; Mariano Vera fue elegido gobernador, y llevó adelante una política en estricta consonancia con las provincias de Corrientes, Entre Ríos y la Oriental. En respuesta, Álvarez Thomas envió un nuevo ejército contra Santa Fe, al mando de Manuel Belgrano; éste envió a su segundo, Eustoquio Díaz Vélez, a negociar con el gobierno santafesino, resultando las conversaciones en el Pacto de Santo Tomé, del 9 de abril de 1816, por el que se disponía el desplazamiento de Belgrano y de Álvarez Thomas. Éste presentó su renuncia ante las autoridades porteñas, que -en vista de que ya habían comenzado las sesiones del Congreso de Tucumán- lo reemplazaron interinamente por Antonio González Balcarce.

Por un tiempo, el Directorio y la Liga Federal permanecieron en paz. Pero como el Congreso se negara a reconocer la validez del Pacto de Santo Tomé y la autonomía de las provincias federales, éstas se negaron a enviar diputados a unirse al mismo.


Otra nueva derrota del Ejército del Norte

A principios de 1815 se inició la Tercera expedición auxiliadora al Alto Perú, que logró reincorporar a las Provincias Unidas Potosí, Chuquisaca, Cochabamba y Santa Cruz de la Sierra, mientras las zonas rurales eran controladas por las Republiquetas; no obstante, el Ejército del Norte llegó después de la derrota definitiva de los rebeldes cuzqueños, de modo que debió enfrentar al Ejército Real del Perú en pleno. La incapacidad de los jefes patriotas hizo el resto, y la batalla de Sipe Sipe resultó un desastre definitivo. El ejército se retiró nuevamente a Jujuy.

Martín Miguel de Güemes, (1785-1821)
A su regreso a Salta, José Rondeau decidió deponer a Martín de Güemes y castigarlo por su desobediencia; es que no sólo se había rebelado contra la autoridad del Director Supremo titula, sino que se había apoderado de gran cantidad de armamento perteneciente al Ejército y -temiendo que hubiera sido enviada para deponerlo como gobernador- había impedido que una poderosa división de refuerzo de uniera al mismo. Rondeau ocupó la ciudad de Salta, pero fue sitiado en ella y obligado a pactar un acuerdo pacífico con Güemes; el Congreso de Tucumán ordenó a Rondeau retirarse a Tucumán y encomendó a Güemes la defensa de la frontera norte.

El caudillo norteño se transformó en un aliado del gobierno central y pilar de la Guerra de la Independencia en la frontera norte. Cuatro meses más tarde, el general Belgrano debió asumir nuevamente el mando del Ejército del Norte, pero desde entonces funcionó como auxiliar de las fuerzas de Güemes.

Durante el año 1816, las Republiquetas fueron derrotadas una a una; los jefes más destacados de las mismas —como Manuel Asencio Padilla e Ignacio Warnes— pagaron con su vida su resistencia. Salvo por una episódica campaña menor dirigida por Gregorio Aráoz de Lamadrid, el Ejército del Norte quedó imposibilitado de hacer nuevas incursiones en el Alto Perú. Fue parcialmente desmantelado en beneficio del ejército que se organizaba para liberar a Chile y utilizado para intentar someter a los federales del interior y del litoral.


El Congreso y la Declaración de la Independencia

La Casa de Tucumán, donde
se declaró la independencia.
El Congreso de Tucumán inició sus sesiones el 24 de marzo de 1816.167 En él participaron representantes de las provincias que admitían la autoridad del Directorio; es decir, no estaban representadas las de la Liga Federal -con la notable excepción de Córdoba, que tenía cuatro diputados- ni las ocupadas por los realistas.

Tras invertir un mes en definir su propio funcionamiento y el alcance de su misión y autoridad, la primera medida de importancia que tomó fue la elección de un nuevo Director del Estado, debido a la renuncia de Álvarez Thomas y la derrota de Rondeau. Para el cargo fue nombrado uno de sus diputados, Juan Martín de Pueyrredón, que poco después se trasladó a Buenos Aires.

Durante los meses de mayo y junio, el Congreso se concentró en intentar destrabar el conflicto con las provincias federales, pero la intransigencia que uno y otros demostraron en defensa de sus posiciones malogró estos intentos. 

En el mes de julio, tras discutirse distintas alternativas -como la posibilidad de coronar un rey de ascendencia incaica propuesta por Belgrano- el Congreso se abocó a la discusión sobre la oportunidad de declarar la independencia; quien más presionaba en ese sentido era el gobernador de Cuyo, José de San Martín. El día 9 de julio de 1816 se aprobó y firmó la Declaración de la Independencia de las Provincias Unidas, que en el acta respectiva eran llamadas Provincias Unidas en Sud América:

"Nos los representantes de las Provincias Unidas en Sud América, reunidos en congreso general, invocando al Eterno que preside el universo, en nombre y por la autoridad de los pueblos que representamos, protestando al Cielo, a las naciones y hombres todos del globo la justicia que regla nuestros votos: declaramos solemnemente a la faz de la tierra, que es voluntad unánime e indubitable de estas Provincias romper los violentos vínculos que los ligaban a los reyes de España, recuperar los derechos de que fueron despojados, e investirse del alto carácter de una nación libre e independiente del rey Fernando séptimo, sus sucesores y metrópoli. (...)"

Posteriormente se le agregó:

"...y de toda otra dominación extranjera."

Durante el resto del mes de julio se continuó discutiendo la forma de gobierno, mostrándose la mayoría favorable a una monarquía constitucional, aunque la oposición de los diputados de Buenos Aires y de Cuyo bloqueó cualquier pronunciamiento en ese sentido. El 25 de julio se oficializó la Bandera de la Argentina, creada cuatro años antes por Belgrano.

Durante los meses siguientes, el Congreso se negó repetidamente a negociar con los federales, al mismo tiempo que llevó adelante negociaciones con la corona portuguesa, tendiente a una alianza contra España y también contra Artigas; por esa época ya se había iniciado la invasión de ese país al a Banda Oriental.

A principios de 1817, al producirse una nueva invasión realista a la provincia de Salta, el Congreso decidió alejarse del peligro, trasladándose a Buenos Aires. Esta medida también obedecía a la intención de controlar de cerca la actuación del Directorio; en la práctica, sirvió más bien para que Pueyrredón y la Logia controlaran los actos del Congreso. Tres de los cuatro diputados por Córdoba se negaron a trasladarse, pero el nuevo gobierno cordobés -partidario del Directorio- los reemplazó por dos diputados leales al grupo gobernante.

Durante el resto de su existencia, el Congreso se abocó a discutir el texto de una constitución, negociar amistosamente con la corona portuguesa la invasión a la Banda Oriental y buscar un príncipe para coronarlo en el Río de la Plata. No ejerció el Poder Legislativo, ni controló visiblemente al Director Pueyrredón.




© carlitosber.blogspot.com.ar, Julio 9 MMXIV
Permitidos su copia, plagio o reproducción sin citar la fuente
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FUENTES:
http://es.wikipedia.org/wiki/Independencia_de_la_Argentina
http://es.wikipedia.org/wiki/Declaraci%C3%B3n_de_independencia_de_la_Argentina
http://www.argentina.ar/temas/historia-y-efemerides/20110-9-de-julio-dia-de-la-independencia

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