miércoles, 30 de julio de 2014

El reto energético, el desafío de la humanidad (3° Parte)

El precio de la energía

Vista del polo petroquímico de Dock Sud
Cielos opacos, humo denso, olor fétido, calles rotas por camiones inmensos. Cuando cae la noche, los vecinos cierran puertas y ventanas, atrincherados en sus casas. Duelen las gargantas resecas, y en la piel aparecen extrañas ronchas. Son muchos los asmáticos, y los chicos se fatigan después de correr un poco. Ya no quedan pájaros y los árboles languidecen. A cuatro kilómetros de la Casa Rosada, rodeado por empresas petroleras y químicas, Dock Sud es un infierno contaminado. 



Refinería de Shell en Dock Sud
Cuando la planta de Shell se reinauguró en 1994 una diputada radical había denunciado que un ejecutivo de la compañía anglo-holandesa le había confesado que "habían tenido que desmontar en Holanda" una de iguales características y tecnología. "Este tipo de planta es altamente contaminante, por eso la Shell tuvo que sacarla de Holanda, obligada por las autoridades. Según estudios realizados por organismos internacionales, estas plantas incrementan en un 60% la posibilidad de contraer cáncer".

El Polo alberga a más de 45 empresas, la mayoría de ellas de alto riesgo. Antes del 2008 doce de éstas, tratantes de productos químicos, deben mudarse ya que no se renovarán sus habilitaciones. Tagsa, Indupa, Down Chemical, que acumula tóxicos sin clasificación y Petro Río, que nunca contó con habilitación municipal, son algunas de ellas. Estas empresas son responsables de la emisión de metales pesados como plomo y cromo y de la liberación de cantidad de gases tóxicos como tolueno, benceno y xileno que en libre y desinteresada combinación convierten a los 40.000 habitantes de Dock Sud, los 328.980 de las proximidades de Sarandí, Avellaneda y los 183.022 de La Boca y Barracas en conejillos de india… el combo se completa con los lixiviados producidos por los rellenos del Ceamse que se filtran a las napas de agua altas de por si en la zona cercana al Río de la Plata; los químicos vertidos en el arroyo Sarandí por las curtiembres y la planta de incineración de residuos patogénicos “Trieco” que fue clausurada en octubre de 2004 “en atención al grave riesgo de daño inminente sobre la salud de la población y/o del medioambiente” (resolución 644/04). Esta planta sigue funcionando clandestinamente, por las noche o los domingos, al igual que la planta de Coque. Las Dioxinas y furanos liberadas por esta incineradora integran la lista de los 12 contaminantes orgánicos persistentes, declarados por la Organización Mundial de la Salud la “docena sucia”. Las Dioxinas y Furanos son un carcinógeno comprobado por la Agencia Internacional para Investigaciones sobre el Cáncer, de la Organización Mundial de la Salud, además provoca alteraciones del sistema inmune, efectos sobre la reproducción (pérdida de los embarazos) y trastornos del neurodesarrollo, entre otros. 

Desastre de Kingston (Tennessee, 22 de diciembre de 2008)
Una semana antes de la navidad de 2008, un enorme depósito de ceniza de carbón desbordó en Kingston, Tennessee (EEUU). El flujo de suciedad contaminó cientos de hectáreas de tierra y agua, y dañó y destruyó una docena de hogares. la ceniza de carbón puede contener selenio, arsénico, plomo y otros conocidos cancerígenos y neurotoxinas que pueden contaminar el agua subterránea, el aire y el suelo. Las muestras de agua en el río Emory han revelado la presencia de arsénico, bario, cadmio, cromo, plomo y mercurio.

El 24 de marzo de 1989 el petrolero «Exxon Valdez», con una carga de 1,48 millones de barriles de crudo, derramó en la bahía de Prince William Sound, Alaska, 38.000 toneladas de hidrocarburo. Los daños a la fauna que se produjeron en esta zona aún se siguen estudiando. El vertido condujo a la aprobación de nueva legislación medioambiental en EEUU. 

La explosión en la plataforma Deepwater Horizon, el 20 de abril de 2010, causó once muertes, y se hundió un día después. Aquello destapó un pozo que liberaría al mar el equivalente a unos 4,9 millones de barriles de crudo a lo largo de tres meses y garantizó, a primera vista, un cúmulo de desgracias para cualquier empresario de la zona. El otro gran capítulo pendiente del vertido, la batalla por salvar el ecosistema de la zona, seguirá librándose aún durante décadas, según todas las predicciones científicas. Como consecuencia de la profundidad a la que se produjo el derrame -1.500 metros- gran parte del crudo se confunde con la arena del fondo marino y otra tanta porción se ha disuelto a profundidades tales que imposibilitan medir su impacto futuro.

Arenas bituminosas de la provincia de Alberta, oeste de Canadá.

En Alberta, Canadá, muchas compañías explotan castos depósitos de arenas bituminosas en busca de betún, una sustancia con la consistencia de la melaza que puede ser reconvertida en crudo refinable (el mismo tipo de explotación que se quiere hacer en Vaca Muerta, en la provincia de Neuquén, que tanto enfatiza el gobierno argentino como la tabla de salvación de su política energética y la "estatización" de YPF). La explotación de las arenas bituminosas produce más de un millón de barriles diarios, la exportación de ese país a EEUU ya supera a las de Arabia Sauidita. Las minas de arenas bituminosas utilizan los caminos y palas mecánicas más grandes del mundo para crear el paisaje de cráteres creando la una red de estanques de desechos que cubren más de 130 kilómetros cuadrados y que conforman un gran lago tóxico. El verano pasado, los niños de Fort Chiepewyan, un pueblo de las etnias cri y chipewyan, río abajo, capturaron un pez con dos mandíbulas; los habitantes creen que las toxinas de los estanques de desechos están detrás de la epidemia local de cáncer y otras enfermedades.

En China, donde la industria minera del carbón emplea cerca de millones de personas, miles de mineros mueren en accidentes cada año. A pesar de las laxas medidas de seguridad que intenta imponer el gobierno chino, las enfermedades respiratorias están fuera de control en las poblaciones dentro del cinturón de carbón de China, y las lluvias ácidas están afectando a miles de granjas. Aún es más triste el panorama en el Delta del río Níger, en Nigeria, donde los derrames de petróleo, la lluvia ácida y la construcción frenética de ductos y tuberías han diezmado uno de los mayores humedales del mundo.

Pese a la destrucción y el sufrimiento que causan, el auge de los combustibles fósiles continúa en parte porque alimentan el hambre mundial de energía y en parte porque ofrecen a países pobres un irresistible pacto con el diablo. Los empleos en las minas y plataformas petroleras aunque riesgosos, son lucrativos y, a veces, la única posibilidad de escapar de la miseria.    



Un buque petrolero produce un derrame, un reactor nuclear tiene una fuga, una chimenea impregna las nubes con azufre y el precio de la energía toma la forma de playas y animales empetrolados, niños con defectos de nacimiento y bosques marchitos. Sopesar estos elevados costos contra la enorme cantidad de los beneficios que da la energía se está volviendo una verdadera urgencia para la humanidad que enfrenta simultáneamente las amenazas del declive de las reservas de petróleo, carbón y gas natural, al mismo tiempo que la demanda no para de aumentar.




© carlitosber.blogspot.com.ar, Julio 30 MMXIV

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