miércoles, 16 de julio de 2014

Crisis de entre Guerras (Tercera Parte)



RUSIA: DEL ZARISMO AL BOLCHEVISMO 
Tercera Parte: La Guerra Ruso-Japonesa y la Revolución de 1905


La política internacional del zar Nicolás II, la influencia alemana

A instancias de sus consejeros y, sobre todo, manipulado por su primo el emperador alemán, Nicolás se esforzó por extender su influencia en Asia, rivalizando en esta carrera con las potencias occidentales imperialista; ordenó la intervención de Rusia en la Guerra Chino-Japonesa de 1896, intervino en el establecimiento de la base de Port Arthur en 1898, la ocupación de Manchuria en 1900, y convino con los británicos el reparto de Persia en esferas separadas de influencia en 1907. Asimismo, fue uno de los principales promotores del desarme, reflejados en su papel como iniciador de las Conferencias de la Haya de 1899 y 1907.

Los intentos por ejercer una influencia determinante en Europa Oriental y los Balcanes como cabeza de un movimiento paneslavista, dieron lugar a múltiples conflictos y tensiones internacionales, en virtud del alineamiento ruso con Serbia frente a los intereses del Imperio austrohúngaro; pero, tras sufrir una primera derrota diplomática en la crisis de Bosnia (1908), las Guerras Balcánicas de 1912 y 1913 acabaron definitivamente con el control ruso sobre la península balcánica.

Nicolás II con Guillermo
II de Alemania en 1905,
tienen cada uno las
 vestimentas intercambiadas.
Estableció excelentes relaciones con Francia, su más leal aliado, y con Alemania, gracias a su estrecho parentesco con el emperador Guillermo II; este último fue largamente su consejero de mayor confianza en materia internacional, aunque muy manipulador, resultaba evidente para cualquier operador político más sagaz que el zar, que sus consejos estaban orientados a emplear la influencia rusa para controlar los intereses de otras potencias, muchas veces en beneficio directo de Alemania y socavar la alianza entre Francia y Rusia. A la larga, la influencia nefasta de Guillermo II iba a ser la ruina para Nicolás II. En efecto, los consejos de Guillermo II de ir a la guerra con Japón con nefastos resultados; la oposición durante la Gran Guerra desencadenando graves conflictos internos en el régimen de Nicolás II; el permitir el ingreso de elementos revolucionarios desde sus fronteras al interior de Rusia con propósitos de desestabilización; y cuando la familia Románov estuvo prisionera, el auspiciar sus intenciones de reinstalar el régimen zarista; más la suma de otros factores internos fueron la ruina y la completa destrucción del zarismo.

La Guerra Ruso-Japonesa

Sin saber lo que depararía el futuro inmediato, el diplomático británico Harold Nicolson (1886-1968) calificó a los últimos años del siglo XIX y los primeros del XX como "el periodo más escandaloso de la historia moderna", aludiendo sin duda a la frenética codicia de las grandes potencias que trataban de anexionarse colonias. La situación en China y, en general, en todo el Extremo Oriente, proporcionaba sobrados pretextos para que estallase un conflicto armado.

Japón que había permanecido cerrado a la influencia extranjera, desde 1854, vía amenaza, Estados Unidos, Alemania, Rusia, Holanda, Francia y Portugal habían logrado determinados beneficios comerciales, lo que derivó en un crudo enfrentamiento entre xenófobos y aperturistas. Estos últimos eran partidarios, además de la restauración imperial, lo que consiguieron en enero de 1868, cuando ocupó el trono Meiji Mutsushito, partidario de un pujante desarrollo económico, posibilitado por el contacto de los profesionales con Occidente (en especial Estados Unidos y Alemania) y el abrumador trabajo del bajo pueblo.La modernización era la base para el poderío militar y, éste a su vez, condición ineludible de un imperialismo capaz de oponerse victoriosamente a los europeos.

Caricatura japonesa contra el imperialismo ruso (1904)
El 13 de enero de 1904, el gobierno ruso recibió una nota japonesa inquiriendo si Rusia tenía intención de "respetar la integridad del territorio chino". La nota refería a Manchuria, ocupada por los rusos desde la Guerra de los Boxers (1899-1901). Japón se proponía terminar con esta ocupación; la cuestión afectaba igualmente a la península de Corea. Por supuesto, los japoneses veían con el mayor disgusto el interés de Rusia por estas regiones y tenían idénticos motivos para mantener apartados a los rusos como los británicos mantener la neutralidad de Bélgica y los Países Bajos.

La nota japonesa no obtuvo respuesta, y el 5 de febrero el gobierno de Tokio rompió las relaciones diplomáticas con Rusia. El 8, la flota nipona, constituida según el modelo británico, atacó una escuadra rusa en Port-Arthur. La declaración de guerra llegó dos días después, pero Port-Arthur quedó incomunicada por mar, impidiendo cualquier aprovisionamiento, y las tropas japonesas pudieron entrar a la ciudad un mes después.


Los japoneses resultaron ser magníficos soldados. El mando actuó de modo magistral y los hombres mostraron un valor inaudito: el ejército japonés derrotó a los rusos en todos los encuentros, y ganó la mayor batalla terrestre en Mukden, del 28 de febrero al 7 de marzo. La victoria del almirante Togo sobre la flota rusa fue también decisiva. El gobierno ruso decidió entonces enviar la flota del Báltico; ésta salió en octubre de 1904, a las órdenes del almirante Rojzdzestvenski, dio un gran rodeo por el cabo de Buenas Esperanza, de modo que no llegó a aguas japonesas hasta mayo del año siguiente, y en lamentable estado. Los navíos rusos estaban concebidos para navegar en mares interiores y sus barcos eran anticuados, no estaba preparados para largos cruceros transocéanicos; por otra parte, los oficiales eran incompetentes, la unidades necesitaban hacer reparaciones y la tripulación descansar después de una larga travesía. La flota rusa no tenía chances de enfrentarse a Togo y su moderna escuadra: los japoneses terminaron hundiendo a la mayor parte de la flota rusa.

Una semana después de esa batalla, el 6 de junio de 1905, el zar aceptaba la mediación del presidente estadounidense Teodore Roosevelt. Las negociaciones de paz se iniciaron en la pequeña ciudad de Portsmouth, en el estado de New Hamphire (Estados Unidos). En septiembre de 1905 se firmaba el protocolo final: Rusia cedía Port-Arthur a Japón y se comprometía a evacuar Manchuria y la parte meridional de la isla de Sakhalin.

La revolución de 1905

El domingo 22 de enero de 1905, un inmenso cortejo de manifestantes recorría las calles de San Peterburgo. Ciento cuarenta mil hombres, obreros en su mayoría, encabezados por el pope Gaspón, se dirigieron hacia el palacio imperial para entregar una petición al zar con importantes reivindicaciones: creación de una asamblea legislativa, separación de la la Iglesia y el Estado, impuestos progresivos sobre las rentas, acción legal para la protección de los trabajadores, terminación de la guerra con Japón.

La petición estaba redactada en términos dramáticos: "Se nos trata como a unos esclavos que deben sufrir y callar. Lo hemos soportado todo, pero todavía se nos oprime más, con tanta miseria e injusticia. Estamos asfixiados por el absolutismo y la arbitrariedad; las fuerzas nos abandonan, nuestra paciencia llega a su límite y hemos llegado a un momento terrible en el que preferimos la muerte a seguir viviendo con tales sufrimientos".

Los manifestantes no creían que pudiese ocurrirles algo, ya que se consideraban amparados por la protección especial del zar y confiaban en él: el "padrecito" comprendía a sus hijos y los ayudaba, según la tradición. Pero al llegar a la plaza del Palacio de Invierno no fue el zar quien recibió a los manifestantes. Nicolás se había marchado a una de sus posesiones y quien esperaba era el ejército con sus armas cargadas. Sonó un primer disparo, luego un salva, después empezó la balacera infernal. La multitud huyó desbandada a salvar sus vidas, pero las tropas siguieron cazando a los manifestantes por toda la ciudad hasta entrada la noche.

"Domingo Sangriento" de San Petesburgo (1905), representación artística

Al día siguiente, San Petesburgo parecía una ciudad fantasma: no funcionaban los tranvías, los teléfonos y telégrafos, ni había luz eléctrica ni agua corriente. En cada esquina había centinelas armados, en un silencio preñado de amenazas. Hubo, según cifras oficiales, unos mil muertos y unos dos mil heridos: un "domingo sangriento" que señaló el comienzo de la "primera revolución". Los rusos achacaban a la guerra contra Japón la causa de la rápida elevación de precios; la clase media liberal se unió al pueblo en su descontento y el incendio revolucionario se avivó en ciudades y campos. Después estallaron huelgas, fueron atacadas las residencias de los aristócratas y recrudecieron los atentados terroristas; el fuego de la rebelión prendió también en los cuarteles y, en especial, entre los marinos: se decía que se multiplicaban las deserciones y los motines en el ejército de Manchuria, y que en algunos destacamentos del frente fueron ejecutados varios oficiales.

En octubre estalló una huelga general revolucionaria en todas las ciudades industriales. El zar capituló, y a su pesar, el 30 de octubre prometió el establecimiento de una constitución. El recientemente titulado conde Witte fue nombrado "ministro presidente" y empezó restaurando el orden: terribles combates callejeros ensangrentaron Moscú, durante días la artillería demolió barrios enteros. El 10 de mayo de 1906, la Duma (la Cámara de Representantes impuesta al zar) celebraba su primera asamblea: pero el zar la disolvió cuando ésta dirigió una proclama al pueblo ruso, derecho exclusivo del zar, según Nicolás. 

La Duma fue sustituida por otra más representativa de los intereses monárquicos; Nicolás exigió además la dimisión de Witte, y lo remplazó por Piotr Stolypin, quin disolvió poco después la segunda Duma, modificando las leyes electorales para asegurarse una composición leal a los intereses zaristas, dejó al descubierto la continuidad del sistema autocrático. Este mal manejo de la situación hizo estallar otra rebelión. Pero Stolypin, prohibió los periódicos, detuvo periodistas e inició acciones judiciales que terminaron en ejecuciones y deportaciones; y buscó dividir el frente revolucionario al condonar en 1907 gran parte de las cuotas que adeudaban los campesinos, dándoles en propiedad las tierras que Alejandro II había entregado en comunidades (mir).

Tras instaurarse una tercera Duma en 1909, que favorecía a la autocracia en forma velada y con representantes más moderados, Rusia podría acceder al tricentenario de la llegada al poder de los Románov en 1913 con buen pie. En 1911, Stolypin quiso deshacerse de la influencia nefasta de Rasputín, desterrándolo y cayendo en desgracia ante la Emperatriz. Como ello le provocó una situación tensa ante el zar, Stolypin presentó una renuncia que Nicolás II le denegó.

Estando el zar de visita en Kiev para inaugurar un monumento a su padre, asistió Stolypin junto al zar a una ópera en esa ciudad en septiembre de 1911, y Stolypin fue asesinado por un revolucionario que colaboraba con la policía, ante los ojos del zar, durante el entreacto de dicha función. Le sucederían una seguidilla de personajes como Kokovtsov, Stürmer, Sazónov, Protopópov, todos influídos por Rasputin.


El acuerdo anglo-ruso

Las negociaciones británicas con el ministerio ruso de Asuntos Exteriores terminaron en 1907 con un acuerdo en el que ambas potencias se comprometían a no inmiscuirse en los asuntos inteiores del Tíbet; renunciaron a toda influencia en Afganistán y reconocieron la integridad territorial de Persia, aunque dividida en "tres esferas de influencia": rusa al norte; inglesa, al sur; y neutral, entre ambas. Con este acuerdo se asentaba las bases de la "triple Etente", réplica de la triple alianza de las potencias centrales. La modificación posterior sería la consecuencia de la agresiva política exterior de Alemania.

Después de la "primera revolución" y del establecimiento de la Duma, la oposición liberal, en especial el partido Kadete, preconizó mediadas "para evitar nuevas revoluciones" y trabajó en pro de la instauración de una monarquía constitucional en Rusia. En 1914 participó en forma activa en el esfuerzo de guerra, en especial en los zemstvos o administraciones provinciales. Sin embargo, la larga duración de la guerra fue imputada al zar, sobre todo cuando asumió personalmente la dirección militar en el precios momento de las derrotas de 1914 y 1915. Tampoco se ahorraron los reproches a la zarina Alejandra Feodorvna, pero la masa de la población aún estaba dispuesta a morir por la Madre Patria y su santo zar.
Fuerzas cosacas durante la Primera Guerra Mundial 



© carlitosber.blogspot.com.ar, Julio 16 MMXIV
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