domingo, 7 de septiembre de 2014

Crisis de entre Guerras (14° Parte)


LA GRAN DEPRESIÓN 
Segunda Parte: Roosevelt y el "New Deal"



La necesidad de un cambio de perspectiva

"Café y donas gratis para desocupados"
La depresión se extendió de un país a otro. Muchos bancos quebraron, las fábricas cerraron o trabajaron a media máquina, y grandes cantidades de cereal, algodón, azúcar y café se deterioraron en los almacenes (en Brasil llegaron a usar café como combustible de locomotoras y calderas). Los gobiernos limitaron las importaciones aumentando las tarifas aduaneras y las cifras del intercambio mundial descendieron al 60% (en relación con el volumen previo a la crisis). El 12 de septiembre de 1931 el Banco de Inglaterra suprimió el patrón-oro; la libra fue devaluada, los salarios cayeron (hasta el 50%) y aumentó la desocupación.

En Francia, este segundo periodo de la posguerra significó una incesante sucesión de gobiernos corruptos e inestables. En España, la crisis significó la caída de Primo de Rivera y la consiguiente proclamación de la república (abril de 1931). Ese año se produjo un levantamiento en Funchal, isla de Madeira. En casi toda América Latina cayeron los gobiernos (donde había un gobierno constitucional, se impuso uno militar; o al revés). 

Dinamarca, Suecia, Noruega, Finlandia, Japón y Chile abandonaron el patrón oro apenas lo hiciera Gran Bretaña. En febrero de 1933, la tripulación del crucero Zeven Provinzien se sublevó en Sumatra por los bajos salarios. En Grecia, apenas institucionalizada la república, desaparecía en 1935 con la regencia de Condylis y la vuelta de Jorge II.

Franklin D. Roosevelt (1882-1945)
En los Estados Unidos, los obreros sin trabajo protestaron contra los líderes del Partido Republicano, que los habían sumido en la miseria. Herbert C. Hoover fue tratar de evitar el pánico financiero y considerar a la Gran Depresión como una crisis pasajera. Intentó combatir la Gran Depresión impulsando el trabajo voluntario, desarrollando grandes obras públicas como la Presa Hoover, promoviendo medidas proteccionistas con ley arancelaria Smoot-Hawley, aumentando el impuesto a la renta del 25% al 63% e incrementando el impuesto sobre la renta corporativa. Su pérdida de prestigio y popularidad se evidenció en las siguientes elecciones presidenciales de noviembre de 1932, a las cuales Hoover se presentó para la reelección, perdiendo frente a su rival del Partido Demócrata, Franklin D. Roosevelt.  

Como candidato a la presidencia, Roosevelt prohijó la propuesta de una New Deal (literalmente nuevo tratado, nuevo reparto de cartas), que combinaba en conjunto los programas de la new freedom de Woodrow Wilson con el square deal (tratado honesto, de buena fe, de su pariente lejano Teodoro Roosevelt), las teorías económicas "alternativas" al liberalismo neoclásico (sobre todo las propuestas de John M. Keynes), y hasta las políticas de planificación central (que algunos se animan a relacionar con los planes quinquenales soviéticos).  

Mientras la depresión se agigantaba y la mayoría de los bancos cerraban, Roosevelt adoptó reformas que asombraron: a través de la "agriculural adjuntment act" los campesinos recibieron préstamos "blandos" y la autorización para regular los precios; se asistió a los indigentes; se dictó una ley sobre las actividades de la Bolsa para impedir la especulación, con la "national industrial recovery act" (NIRA o NRA) se reglamentó la vida económica fijándose las horas de trabajo, el salario mínimo y los precios estables.  A través de esta nueva política se produjo un acentuado intervencionismo estatal para regular la economía. El gobierno asumió el control de las producciones industrial, agrícola y minera, y fijó el precio de los productos; creó instituciones de crédito controladas por el estado e inició un programa de grandes obras públicas para crear fuentes de trabajo. Al mismo tiempo desarrolló un sistema de previsión social y creó un seguro de desempleo.

Muchas empresas declararon la guerra al New Deal, calificándolo de "programa socialista" y el gobierno tuvo que enfrentarse con el Tribunal Supremo porque algunas reformas parecían inconstitucionales. Roosevelt intentó entonces rebajar el límite máximo de edad de los miembros de la corte. Pero esa medida se consideró una tentativa de presión del Poder Ejecutivo sobre el Porder Judicial; Roosevelt cedió, pero dos magistrados adversarios cambiaron su criterio, autorizando las medidas gubernamentales.

La lucha duró varios años. El New Deal favorecía a los obreros y los sindicatos, aunque menos que en los países europeos, porque la resistencia de los empresarios era enorme en Estados Unidos. Lo cierto es que durante la presidencia de Roosevelt, estados Unidos dio el gran paso hacia el Welfare State (Estado Providencia).   

La verdad es que las medidas decretadas frenaron el pánico y insuflaron nuevo vigor a la economía, aunque no pudo absorber el desempleo. La industria pesada no se recuperaría recién hasta la Segunda Guerra Mundial. La popularidad de Roosevelt se puso de manifiesto en las elecciones de 1936, en las que obtuvo casi 28 millones de sufragios contra los algo más de 17 millones del candidato republicano Landron. Su victoria fue más difícil en 1940, porque rompía con una tradición arraigada desde George Washington al presentarse a la primera magistratura del Estado por tercer turno. Sin embargo, Roosevelt obtuvo más de 27 millones de votos contra los 22 millones de su rival republicano Wilkie.


La salida de la crisis y el cambio en el paradigma económico

John Maynard Keynes (1883-1946)
El Keynesianismo, propuesto por John Maynard Keynes (Keynes publicó sus ideas prácticamente en el mismo momento que Roosvelt propuso el New Deal), es el modelo ensayado por los países democráticos tras el fracaso del sistema económico clásico, y fue el que, según los defensores del modelo, lo sacó de la crisis. La idea clave reside en la intervención del Estado en la economía con la finalidad de compensar los desajustes de la economía de mercado. Según él, la crisis del 29 la había provocado el hundimiento de la demanda y era necesario una intervención del Estado para estimularla. El reequilibrio entre oferta y demanda debía provenir de un aumento de la demanda, y no tanto, de una disminución de la oferta excesiva, como preconizaba la mentalidad liberal clásica. 

La influencia del economista ingles John Maynard Keynes, es la predominante en la década del treinta […] Keynes, que en esencia es un defensor del capitalismo monopolista, enfrentado a la severa crisis que azota a Gran Bretaña y su imperio, trató de demostrar la posibilidad, dentro de ese mismo régimen capitalista, de lograr la plena ocupación, evitar las crisis económicas cíclicas en la economía y aumentar los ingresos populares. Su “política de economía dirigida”, como se la llamó, exigía el “ensanchamiento de las funciones del gobierno”, fundamentalmente en la esfera de la circulación, pues ello “constituye el único medio practicable para evitar la destrucción total de las formas económicas existentes”. De ahí que el “dirigismo estatal” o el “intervencionismo estatal” pertenezcan como fundamentos básicos a la teoría de Keynes…
Alberto Ciria, “Crisis económica y restauración conservadora (1930-1943). En CANTÓN, D. MORENO, J. y CIRIA, A. La democracia constitucional y sus crisis. Historia Argentina Vol. VI. Buenos Aires. Paidós. 2005.
Para ello, el Estado debía estimular la inversión y el empleo recurriendo para ello al déficit presupuestario. Ello incluía también la inversión directa en obra pública y en los sectores con mayor impacto sobre empleo y demanda. Había que impulsar el consumo elevando el poder adquisitivo de la población, para ello había que proteger las rentas más pobres.

El abismo económico
Gran Bretaña abandonó en 1931 el libre comercio, que desde 1840 había sido un elemento tan esencial de la identidad económica británica como lo es la Constitución norteamericana en la identidad política de los Estados Unidos. El abandono por parte de Gran Bretaña de los principios de la libertad de transacciones en el seno de una única economía mundial ilustra dramáticamente la rápida generalización del proteccionismo en ese momento. Más concretamente, la Gran Depresión obligó a los gobiernos occidentales a dar prioridad a las consideraciones sociales sobre las económicas en la formulación de sus políticas. El peligro que entrañaba no hacerlo así —la radicalización de la izquierda y, como se demostró en Alemania y en otros países, de la derecha— era excesivamente amenazador. 
Así, los gobiernos no se limitaron a proteger a la agricultura imponiendo aranceles frente a la competencia extranjera, aunque, donde ya existían, los elevaron aún más. Durante la Depresión, subvencionaron la actividad agraria garantizando los precios al productor, comprando los excedentes o pagando a los agricultores para que no produjeran, como ocurrió en los Estados Unidos desde 1933. Los orígenes de las extrañas paradojas de  la «política agraria común»  de la Comunidad Europea, debido a la cual en los años setenta y ochenta una minoría cada vez más exigua de campesinos amenazó con causar la bancarrota comunitaria en razón de las subvenciones que recibían, se remontan a la Gran Depresión. 
En cuanto a los trabajadores, una vez terminada la guerra, el «pleno empleo», es decir, la eliminación del desempleo generalizado, pasó a ser el objetivo básico de la política económica en los países en los que se instauró un capitalismo democrático reformado, cuyo más célebre profeta y pionero, aunque no el único, fue el economista británico John Maynard Keynes (1883-1946). La doctrina keynesiana propugnaba la eliminación permanente del desempleo generalizado por razones tanto de beneficio económico como político. Los keynesianos sostenían, acertadamente, que la demanda que generan los ingresos de los trabajadores ocupados tendría un efecto estimulante sobre las economías deprimidas. Sin embargo, la razón por la que se dio la máxima prioridad a ese sistema de estímulo de la demanda —el gobierno británico asumió ese objetivo antes incluso de que estallara la segunda guerra mundial— fue la consideración de que el desempleo generalizado era social y políticamente explosivo, tal como había quedado demostrado durante la Depresión. 
Esa convicción era tan sólida que, cuando muchos años después volvió a producirse un desempleo en gran escala, y especialmente durante la grave depresión de los primeros años de la década de 1980, los observadores (incluido el autor de este libro) estaban convencidos de que sobrevendrían graves conflictos sociales y se sintieron sorprendidos de que eso no ocurriera. 
En gran parte, eso se debió a otra medida profiláctica adoptada durante, después y como consecuencia de la Gran Depresión: la implantación de sistemas modernos de seguridad social. ¿A quién puede sorprender que los Estados Unidos aprobaran su ley de la seguridad social en 1935? Nos hemos acostumbrado de tal forma a la generalización, a escala universal, de ambiciosos sistemas de seguridad social en los países desarrollados del capitalismo industrial —con algunas excepciones, como Japón, Suiza y los Estados Unidos— que olvidamos cómo eran los «estados del bienestar», en el sentido moderno de la expresión, antes de la segunda guerra mundial. Incluso los países escandinavos estaban tan sólo comenzando a implantarlos en ese momento. De hecho,  la expresión «estado del bienestar» no comenzó a utilizarse hasta los años cuarenta.
Eric Hobsbawm,  Historia del siglo XX. Buenos Aires. Crítica. 2007. pp. 102-103.



© carlitosber.blogspot.com.ar, Septiembre 7 MMXIV
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