viernes, 18 de julio de 2014

Crisis de entre Guerras (Cuarta Parte)



RUSIA: DEL ZARISMO AL BOLCHEVISMO 
Cuarta Parte: La República



La revolución de febrero

Grigori Yefímovich Rasputín
(1869-1916)
La zarina Aleksandra, angustiada por la enfermedad (hemofilia) del zarévich Alexis, recurrió a Rasputín; un monje que exhortaba a no temer al pecado, porque por cuanto más se peca, resalta aún más la misericordia del Señor. Rasputin era más que un simple charlatán, con un grado de acierto muy notable en sus predicciones, una mezcla de santurrón y amigo muy convincente, pero, en contrapartida, un ser con un alter ego muy libidinoso rayando en lo maníaco, que buscaba el placer sexual entre las consortes del palacio.

Rasputín pronto convirtió a la zarina en su amiga y confidente, al punto de que ella consideraba seriamente los consejos que él le daba. La razón de esta influencia poderosa, era que la Emperatriz consideraba a Rasputín, un enviado de Dios. 

Se lo conocía por su sobrenombre de monje loco, y su comportamiento cada vez más entrometido y desafiante comenzó a suscitar odios entre la nobleza y especulaciones de todo tipo en el pueblo. Antes de la partida de Nicolás II al frente alemán, Rasputín predijo que si él moría a manos de gente de su familia, nadie de la familia de Nicolás II le sobreviviría más de dos años. Pero empezó a sospecharse que el oscuro, pero poderosísimo, monje intrigaba en favor de los alemanes. Finalmente Rasputín fue asesinado por un grupo de aristócratas que lo habían invitado a una fiesta del 29 al 30 de diciembre de 1916.14 Parece probado que sus asesinos, con el príncipe Félix Yusúpov a la cabeza, le dieron pasteles y vino cargados de cianuro. Al ver que no le afectaba mucho, el príncipe le disparó al pecho, lo golpeó la cabeza con un bastón lleno de plomo y lo arrojó al río Nevá. Se comprobó que Rasputín murió más tarde ahogado.

La Duma, aunque amañada (el jefe de la minoría socialdemócrata era agente de la policía), era el centro del naciente movimiento antiabsolutista. El zar Nicolás II se negó a nombrar ministros gratos a los representantes, agravándose la crisis de incapacidad del gobierno para imponer un gabinete políticamente aceptado y organizar convenientemente los suministros y transportes, y el 23 de febrero (8 de marzo en Occidente, porque Rusia no había admitido la reforma Gregoriana del siglo XVI del Calendario Juliano) 200 mil obreros abandonaron sus trabajos. Desde los suburbios, los obreros afluyeron hacia el centro de la capital imperial. Intentaron asaltar edificios públicos, y lograron prender fuego el palacio de Justicia. La represión causó 200 muertes.

El gobierno movilizó a los leales cosacos y a la policía montada, e hizo un llamamiento de tropas de infantería del ejército; pero éstas se componían, en su mayor parte, de campesinos familiares y/o simpatizantes de los amotinados. La guarnición de Petrogrado (nuevo nombre de San Petesburgo) estaba formada, en su mayoría, de padres de familia eximidos de ir al frente, los que se pasaron al bando de la rebelión: unos 25.000 hombres armados y entrenados. El 26 de febrero (14 de marzo), Moscú y Kiev siguieron el ejemplo de la capital. La revolución de febrero fue espontánea pero no inorgánica, dos sectores se disputaban ahora el poder: la Duma y la confederación de los soviets. Estas asambleas (soviet, en ruso significa "consejo") de obreros, campesinos y soldados estaban dominadas, en su mayoría, por el partido bolchevique. Los primeros soviets nacieron la raíz de la revolución rusa de 1905.

Gueorgui Yevguénievich Lvov
(1861-1925)
Los ministros del zar huyeron, y una de las últimas medidas gubernamentales fue ordenar la disolución de la Duma. Pero la mayoría de los diputados se negaron a abandonar su sede, el palacio Táuride, que invadieron los soldados amotinados para su defensa. Se estableció un comité que se transformó en gobierno provisional, bajo la dirección de un liberal, el príncipe Lvov.

El 27 de febrero (12 de marzo), en el palacio de Táuride se estableció el Soviet Supremo o consejo de los soviets, que nombró un comité ejecutivo para vigilar la actuación del gobierno provisional y encargarse del abastecimiento de Petrogrado. Siguiendo su ejemplo, en todas partes los soviets de obreros, campesinos y soldados sustituyeron al poder estatal inexistente. En Petrogrado, Alexander Kerenski, ministro de Justicia del gobierno provisional y uno de los jefes revolucionarios del partido de la Duma, fue elegido para el comité del Soviet, convirtiéndose en una especie de enlace entre las dos tendencias.

A principios del año, el zar Nicolás II se había trasladado al frente a combatir a los Alemanes sin sospechar lo que iba a ocurrir. Allí le llegó un mensaje alarmante de la capital de su imperio y envió inmediatamente tropas, que quedaron detenidas en el camino, porque el personal de los ferrocarriles se habían sumado también a la revolución. Los generales, alentados por los diplomáticos y militares del alto mando aliado, aceptaron ser portavoces del nuevo gobierno provisional. 

La abdicación de Nicolás II

El zar tuvo que aceptar el nombramiento de un ministro de la confianza del pueblo. Luego, el gobierno provisional le exigió que abdicara la corona en su hijo Alexis bajo la regencia del gran duque Miguel, hermano de Nicolás II; pero antes, el jefe del estado mayor, Alexéiev, solicitó a los comandantes del frente que opinaran al respecto. Éstos suscribieron el proyecto del gobierno provisional. El zar designó como sucesor al gran duque Miguel, y en su discurso de despedida del 2 (15) de marzo les dijo a los soldados: "Cumplid con vuestro deber defendiendo con valor la patria. Obedeced al gobierno provisional, y sabed que la menor infracción a vuestro deber es un servicio prestado al enemigo. El amor sincero a vuestra patria sigue viviendo, estoy seguro, en lo más profundo de vuestros corazones".

Mientras tanto, el Soviet de Petrogrado exigía la proclamación de la república, y se propuso la convocatoria de una asamblea nacional constituyente que decidiera la forma de gobierno. El gran duque Miguel no aceptó el trono en esas condiciones y los destinos de Rusia cayeron totalmente en el gobierno provisional.

Al principio, la revolución rusa fue acogida favorablemente en Occidente, y llegó a compararla con la Revolución Francesa de 1789, creyendo que infundiría en los rusos un ímpetu patriótico y un entusiasmo desconocidos hasta entonces en el Frente Oriental. Pero las ilusiones se disiparon, pues la revolución rusa siguió otro curso. El gobierno provisional proclamó que Rusia renunciaba a toda clase de anexiones y conquistas, con gran pesar de su nuevo ministro de asuntos exteriores, Miliukov, jefe de los kadetes, y que su único objetivo era la unión nacional para defender el país contra los imperios centrales. 

Los campesinos empezaron a repartir las tierras del Estado entre los diversos mir. Los soldados del frente, al anuncio de la revolución agraria, desertaron para regresar y sumarse a la repartición de parcelas.

Kerenski, una figura decorativa

Aleksandr Fiódorovich Kérenski
(1881-1970)
Kerenski, el jefe del gobierno provisional confiaba en que el Soviet de Petrogrado "moriría pronto de muerte natural", y aseguraba que el ejército volvería a la contienda bélica. Los acontecimientos posteriores dieron al traste a  sus predicciones.

Los conflictos entre el gobierno provisional y el Soviet de Petrogrado se agudizaban cada día. El gobierno obtuvo la mediación de los zemstvos, especie de consejos provisionales administrativos, pero los soviets, más políticos, aumentaban su influencia en todo el país.

El 28 de marzo (10 de abril) el embajador Buchanan había informado a Londres que Rusia no estaba preparada para la democracia y que en los cinco años siguientes se sucederían revoluciones y contrarrevoluciones, como a comienzos del siglo XVIII. Se refería a las rebeliones de campesinos que empezaron en el siglo XVII y continuaron en el siglo XVIII. 

Lo cierto es que, en 1917, mientras el gobierno provisional confiaba en convocar a una asamblea nacional constituyente que liquidara el poder de los soviets, éstos preparaban un congreso panruso, también constituyente.

Lenin en el exilio

La noticia de la revolución de febrero sorprendió a Lenin en Zurich, Suiza, en momentos en que se estaba distanciando de los emigrados revolucionarios Plejanov, Mártov, Trostki y Gorki, por divergencias doctrinales y tácticas. Apenas si lo unían coincidencias de principios y de oportunidad con los socialistas pacifistas. 

En enero de 1917 Lenin había confiado a los socialistas de Suiza que la revolución en Rusia tardaría mucho tiempo en llegar, pero en abril entró en acción y se reveló como el jefe indiscutible de los revolucionarios. Alejado de su patria por más de quince años, dominó la anarquía rusa, infundió su doctrina y asentó, en medio de toda esa efervescencia, las bases firmes de una sociedad enteramente nueva en la historia: él será el iniciador indiscutido del más impresionante experimento social, político y económico del siglo XX. 

Lenin preconizaba la disciplina rígida para todos los miembros del Partido, el centralismo como norma y base del mismo, y su condición de élite restringida y activa de hombres totalmente consagrados a la causa, preparados y disciplinados, obedientes sin vacilación a las órdenes de sus líderes y dispuestos a todos los sacrificios. No creía que el progreso social pudiera realizarse en etapas, con reformas o decisiones tomadas por mayoría de votos.

La revolución debía ser la obra de un equipo que encausase a las masas: el pueblo debía ser esclarecido, y moldeado, a través de la propaganda, así, bajo el impulso de una organización centralizada, se establecería la revolución armada contra todo el régimen capitalista. La consigna era: "Quitarle al ladrón lo que había robado". Por una parte, rechazaba los propósitos de crear una sociedad nueva basada en las antiguas comunidades agrarias rusas; por otra, dudaba de que el proletariado urbano pudiese alcanzar por sí solo el éxito en la revolución, en una Rusia tan poco industrializada todavía.

La revolución debía realizarse en ambos frentes simultáneamente: industrialización forzada bajo el control o dictadura del proletariado (o mejor, del Partido Bolchevique). Pero esta revolución rusa no era definible más que en directa relación con una revolución general de los pueblos europeos contra el capitalismo. La revolución rusa aislada era una utopía. Admitía la posibilidad de iniciar la revolución proletaria en un país atrasado y preconizaba el apoyo de los campesinos.

Los mencheviques llegaron a ser mayoría en el Partido Socialdemócrata Ruso y juntamente con los social-revolucionarios lucharon por una democracia social con un parlamentarismo pluralista basado en el sufragio universal. Lenin se aferró a sus objetivos. Su intensa actividad propagandística y sus trabajos de organización del partido, sus relaciones con los compañeros del interior del país, sus artículos y estudios teóricos exigían gastos que pudo atender gracias a la ayuda de algunos simpatizantes ricos, entre ellos ellos el escritor Máximo Gorki quien donó el 60% de sus derechos de autor durante muchos años al movimiento revolucionario.

Las "Tesis de Abril"

Lenin llegó a Petrogrado el lunes de Pascua, el 11 (24) de abril. Desde que el gobierno provisional había decretado la amnistía, la llegada de cada grupo que regresaba del extranjero o de Siberia daba pretexto a ruidosas manifestaciones con soldados, música militar, banderas y discursos. La de Lenin fue apoteótica y sorprendió al gobierno y al propio Lenin, quien pensaba que sería encarcelado; mientras que aquél, que pasaría inadvertido.

El presidente del Soviet, Tchkeidzé, con corteses palabras lo invitó a adherirse al gobierno provisional, pero Lenin se dirigió a los obreros y soldados arengándolos a seguir la revolución: "La revolución rusa no es más que la vanguardia de la revolución mundial. Hoy hay que acabar con la guerra de rapiña capitalista".

A la luz de los reflectores de la fortaleza de Pedro y Pablo, que lo seguían con sus destellos, tuvo que subir a un tanque con el que recorrió la ciudad arengando a la multitud. En la fiesta organizada en su honor expresó cuál sería su primera y más urgente consigna: "abajo la guerra".

Apenas llegado a Petrogrado, un grupo de delegados al primer congreso panruso de soviets, que acababa de terminar solicitó de él unas palabras. En el acto dictó sus famosas diez "tesis" que luego serían leídas ante el asombro y la duda de ambas facciones, ka bolchevique y menchevique. 

Rechazadas por casi todos al principio, gracias a la tenacidad de Lenin, las "Tesis de Abril" fueron ganando a todos los revolucionarios y decidieron el rumbo definitivo de la revolución rusa, la creación del Estado Soviético y la configuración del nuevo movimiento comunista internacional: 1° La guerra, para el gobierno provisional es una guerra imperialista, no una guerra defensiva revolucionaria, porque el proletariado no ocupa el poder. Renuncia total a las anexiones. Propaganda contra la guerra. Fraternización con los soldados enemigos; 2° Debemos quemar las etapas. La actual revolución burguesa debe ceder paso a la revolución proletaria; 3° Ruptura con el gobierno provisional. Deebemos desenmascarar su carácter imperialista (Miliukov soñaba todavía con una Constantinopla rusa; Kerenski, sin animarse a confesarlo, también, al mantener los tratados secretos con los aliados); 4° Frente al optimismo de los dirigentes bolcheviques, reconocimiento de su precaria situación de minoría como acicate para superarla; 5° El nuevo régimen debe ser una república de los soviets de obreros, de campesinos y de "obreros agrícolas". Supresión del ejército, la policía y de la burocracia actuales; 6° El problema agrario; la tierra para los soviets de campesinos y de "obreros agrícolas". Creación futura de empresas colectivas de campesinos y de empresas modelo estatales con "obreros campesinos"; 7° Nacionalización de la banca; 8° De momento no es posible instaurar el socialismo, pero sí la intervención total de los soviets en la producción y la distribución; 9° Nuevo congreso del partido, nuevo programa, nuevo nombre: Partido Comunista; 10° Nueva Internacional, no ligada a los compromisos de la II Internacional Socialdemócrata.

Las lecturas de estas "tesis" tajantes consolidó la ruptura, pues el ataque menchevique fue tan vehemente, que el grupo bolchevique, no estando aún totalmente convencidos, se vio forzado a salir con él de la sala. Ni siquiera se animaron a defenderlo. Sólo Alejandro Kollontai lo hizo con más apasionamiento que acierto. al día siguiente, toda la prensa liberal inició una feroz campaña contra Lenin y los bolcheviques.

El 15 de abril el embajador inglés, Buchanan, había exigido de Miliukov, ministro de Asuntos Exteriores, "definirse frente a las consignas antibélicas de Lenin". El 18 de abril (1° de mayo) el gobierno provisional publicó una nota oficial en la que prometía a los aliados la continuación de la guerra y el respecto de los tratados suscritos. La manifestación de ese 1° de mayo estuvo compuesta de gente bien vestida con letreros de "Vivan los aliados", y desfiló por la Avenida Nevski aclamando al gobierno provisional. de pronto se formó una contramanifestación de obreros y soldados, y así los días siguientes. Miliukov tuvo que renunciar y lo sucedió Teretchenko, amigo del embajador inglés. La cartera de Guerra la desempeñó Kerenski en persona.

Aparece Trostki

Lev Davídovich Bronstein
(León Trotski, 1879-1940)
El 5 de mayo llegó Lev Davidovich Bronstein, más conocido como "León Trotski". Genial ensayista, pero individualista e incapaz de adaptarse sistemas verticalistas de decisiones, se parecía muchísimo a su más detestado adversario, Kerenski, por su vanidad y habilidad oratoria. Lenin hizo todo lo posible para atraerlo a  su bando, pues apreciaba su fogocidad y sus impresionantes conocimientos teóricos, pero no por su tendencia. Trostki estaba persuadido de que la "revolución permanente" era la única manera de mantener en pie un Estado auténticamente socialista. Sólo Lenin era lo suficientemente flexible para mantenerlo unido a la dirección revolucionaria.

Trotski, que al principio, se puso a la cabeza de un grupo poco coherente de intelectuales, pero pronto comprendió que los bolcheviques constituían el auténtico punto de cristalización de aquella sociedad rusa presa del caos, y adhirió al partido. Cuando los bolcheviques lograron la mayoría en el Soviet Supremo, él fue elegido presidente, como en 1905.

A finales del otoño debía reunirse el segundo congreso panruso y se efectuaban las elecciones de la Asamblea Constituyente. Kerenski esperaba encontrar en esa época apoyo político, y los bolcheviques creían que lo más urgente era derribar al régimen apoyándose en los soviets. Lenin era de la opinión de que el partido debía pasar a la acción por su propia iniciativa. Trotski prefería actuar en nombre de los soviets, como presidente que era del de Petrogrado. Lenin cedió, pero lo condicionó a una acción inmediata, de tal modo que, al reunirse el congreso paruso, éste se hallaba ya ante un hecho consumado por la rápida acción del Soviet de Petrogrado.

En la segunda quincena de junio de 1917 se habían declarado en huelga más de 30 mil trabajadores de las fábricas Putilov, de Petrogrado. A ellos se les sumaron los trabajadores de 73 empresas más, acordando exigir aumento de salarios y el traspaso del poder a los soviets.

Lenin, desde el Pravda, órgano de prensa de su partido, advirtió a los trabajadores que no podían lanzarse a la lucha como estaban, desorganizados y merced de representantes irresponsables. Pero el comité central del partido, reunido en el palacio Táuride, Keménev se declaró partidario de apoyar las reivindicaciones, mientras que Trotski coincidía con Lenin.

El 3 y 4 de junio, los obreros, apoyados por los campesinos que reclamaban el reparto de tierras y por soldados que pedían paz, tomaron una orientación más subversiva a los gritos de "¡Abajo los ministros capitalistas!", y "¡Abajo la ofensiva en el Frente!". El gobierno, presidido por el príncipe Lvov, llevó a cabo una criminar represión con las fuerzas armadas que todavía le respondían.

Kerenski, presidente

En Europa, sobre todo entre los aliados, se pensaba que la mayoría de los rusos querían una democracia representativa al estilo occidental, y confiaban que Kerenski podía encabezar el nuevo gobierno.

En efecto, el 20 de julio de 1917, Kerenski formó un gobierno de coalición con los burgueses y socialistas, encargándose él del ministerio de Guerra en persona. También logró persuadir al congreso de los soviets que aprobaran una declaración a favor de una nueva ofensiva militar en el Frente. Kerenski abolió los "consejos de soldados" y los sustituyó por comisarios políticos a la manera de los creados durante la Revolución Francesa, reforma que desempeñaría un papel decisivo en la revolución bolchevique de octubre y en la creación del futuro Estado soviético. Fue restablecida la pena de muerte y Kerenski, quien nunca ejerciera mando de división o regimiento alguno, se puso al frente del ejército. Pero la "ofensiva de Kerenski" fue un absoluto fracaso.

Los alemanes reemprendieron su avance, ocuparon Riga y la isla báltica de Osel. Hasta entonces, las relaciones de Kerenski con el general Kornilov, comandante en jefe, habían sido cordiales, pero cuando éste emprendió una acción militar contra el inepto gobierno de Petrogrado, Kerenski lo acusó de traidor, tomó el mando y dirigió un contraataque. Pero, al actuar de este modo, se aisló. Los burgueses y conservadores, que habían apostado por el golpe militar, se sentían traicionados por él, y los socialistas, sospechaban que Kerenski y Kornilov estaban tramando instaurar una dictadura.

De hecho, el gobierno de Kerenski estaba acabado. Kornilov, con su intentona, desencadenó una reacción popular frente a la cual intento ponerse un desesperado Kerenski, aprovechando el fervor patriótico antibolchevique que había extendido la prensa de Petrogrado (Lenin se había visto obligado a esconderse, acusado de "espía alemán" por su discurso antibelicista). Pero ya era tarde, los soviets recobraron más fuerza, Lenin regresó de Finlandia y el Partido Social Revolucionario, de arraigo entre los campesinos, se había pasado al bando bolchevique, cuyos aún ignotos líderes iban ganando cartel, entre ellos un georgiano recién llegado del destierro en Siberia, José Stalin.



© carlitosber.blogspot.com.ar, Julio 18 MMXIV
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