domingo, 26 de octubre de 2014

Nueva Serie: La Segunda Guerra Mundial

Las razones del desastre
(Primera Parte)


La desocupación y la recesión caracterizaron la década del 30 del siglo XX. Los problemas de las economías occidentales, que repercutían con dureza en el resto del mundo, se complicaron con las apetencias de las potencias "disconformes" con el equilibrio de la primera posguerra; representado, sobre todo, en el Tratado de Versalles. Adolf Hitler, conductor del Reich, proclamó la superioridad de la raza alemana, al tiempo que Italia y Japón emprendían sendas aventuras imperialistas. La Unión Soviética, bajo la mano de hierro de Iósif Stalin, al tiempo que a través de la sucesión de planes quinquenales se convertía en una potencia industrial, tomaba el imperialismo ruso como principio motor de la geopolítica soviética -abandonando la "revolución permanente"-. Cuando Hitler y Stalin decidieron la desaparición de Polonia, la humanidad entera se inscribió, entonces, en el más diabólico capítulo de su historia. Durante seis años el mundo entero se conmovió. Cuando el infierno terminó, el equilibrio mundial había cambiado por completo y la paz fue imponiendo sus filosas reglas de juego. Pero la experiencia de la "era de las catástrofes" -con la amenaza, ahora más real que nunca, de destrucción de la humanidad completa- impuso los condicionamientos de los conflictos inteimperialistas que rigen la geopolítica mundial hasta hoy en día.


El mundo de la época

Caricatura sobre el Crack de 1929



Hacia fines de los años 20, tras los duros años de penurias y reconstrucción que siguieron al final de la Primera Guerra Mundial (1914-1918), Europa había entrado en una etapa de rápida recuperación económica y convivencia diplomática marcada por los acuerdos de Locarno (1925); que garantizaban, entro otras cosas, la estabilidad de las fronteras en Europa occidental.

Pero el derrumbe de la bolsa de Nueva York (1929) quebrantó el orden económico mundial y mostró a cada sociedad las limitaciones de sus modelos económicos y políticos. Ningún país resultó ajeno a la crisis. Cada uno de ellos respondió a la crisis según sus posibilidades. En algunas naciones se prefirió el estilo autoritario de los políticos fascistas; las potencias imperialistas abandonaron el liberalismo económico y le pasaron la factura a sus colonias; la Unión Soviética profundizó en la autarquía y la planificación centralizada -dos conceptos que dejaron de ser "malas palabras" en el mundo capitalista-.


Las soluciones de los "satisfechos"

"Roosevelt, la opción de los trabajadores"
Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia habían sido las potencias favorecidas por el desenlace de la Primera Guerra Mundial, pero la crisis capitalista de 1929 fue el resultado no previsto de la explosión económica de los años 20, de la acumulación de stocks industriales y agrícolas y de la ampliación desordenada de los mercados financiero-especulativos. En 1931, Estados Unidos, en donde empezó la crisis que se convirtió en Gran Depresión, la sociedad ofrecía un nuevo rostro: millones de desocupados, barrios de emergencia, descontento generalizado y voces que reclamaban "un Benito Mussolini" que salvara a la nación del comunismo. 

Las tres grises presidencias de Warren Harding, Calvin Coolidge y Herbert Hoover y el crack financiero desprestigiaron al partido republicano, por lo que en 1932 triunfó el demócrata Franklin D. Roosevelt; salido de la aristocracia política del país del norte, primo del ex presidente Theodore Roosevelt. 

Roosevelt sería reelecto cuatro veces consecutivas. Con las piernas paralizadas por un ataque de polio desde 1921, controló los destinos de la primera potencia mundial hasta su muerte en 1945. Durante sus 12 años de gobierno, Roosevelt practicó un moderado intervencionismo estatal que reemplazó el liberalismo desenfrenado aplicado la década anterior. Su programa, el New Deal, significó no sólo un conjunto de reformas concretas, sino también la recuperación de un ideal que le devolvió a la sociedad norteamericana la confianza en sus instituciones y en la fuerza de su nación, haciendo partícipes a los ciudadanos comunes de esos cambios mediante recursos tales como las "charlas del hogar", discursos radiales nocturnos del presidente a la población.

Entre las medidas económicas más notables que adoptó Roosevelt, figura la devaluación del dólar, que alivió la situación de los granjeros; los subsidios a la producción agrícola, para evitar la acumulación de excedentes; y la realización de grandes obras públicas, como las del valle del Tennesse, la presa Hoover, entre otras. En cuanto a las reformas políticas, Roosevelt consolidó jurídicamente el derecho del gobierno federal a reglamentar la legislación social, amenazando, incluso, a la Corte Suprema con jubilarla, ante su oposición sistemática al intervencionismo estatal.

Además, creció la autoridad del FBI (Oficina Federal de Investigaciones, por sus siglas en inglés) durante los años de Roosevelt; que bajo la conducción del implacable Edgar Hoover, combatió a delincuentes notorios como John Dillinger. La llamada "ley seca", que regía desde 1920 en la unión, fue derogada en 1933, y el otrora poderoso jefe del hampa Alphonse "All" Capone, pasaba sus días en la cárcel, condenado por evasión fiscal. 

La otra gran potencia imperial superó también, no sin sobresaltos, hacia fines de los años 30 la crisis económica. El Imperio Británico se enfocó en establecer tratados de "preferencia" con sus dominios coloniales, postergando a los socios extra comunitarios, como la Argentina. Pero el fin del protectorado en Egipto (1936) y el agravamiento del conflicto en la India, donde el Mahatma Ghandi agrandaba su prestigio internacional, demostraban que la presión extra sobre su imperio no les iba a salir gratis a los británicos. Mientras tanto, resultaba cada vez más visible la disminución de la participación del Imperio Británico en el comercio mundial, y el gobierno no lograba hacer bajar la elevada tasa de desocupación industrial.

Charles de Gaulle calificaba duramente a los gobierno franceses de esa década, en que los gabinetes oscilaban entre la derecha y la izquierda. Según él, les faltaban imaginación y energía, y nadie se preocupaba seriamente por el rearme alemán: Francia, con el ejército de tierra más grande de Europa, se sentía confiada detrás de la Línea de fortificaciones Maginot. Se sucedían, entre tanto, escándalos financieros y políticos, como el famoso affaire Stavinsky, lo que aumentaba el prestigio de los grupos derechistas y ultranacionalistas. Pero la deflación económica favorecida por el gobierno de Pierre Laval, llevó en 1936 al triunfo del Frente Popular, de izquierda, con León Blum como primer ministro.


Las soluciones de los "insatisfechos"

Los descontentos con el orden mundial de la primera posguerra eran, sobre todo, Alemania y Austria; y, en segundo término, Italia, Japón y la Unión Soviética. 

Los quebrantos de los bancos en cadena, el elevado número de desocupados, la afrenta al nacionalismo alemán que significó la indigna rendición de 1918, las infames cláusulas de los tratados de paz, y el crecimiento del comunismo frente a la parálisis del debate entre los conservadores y los socialdemocracia, fueron los elementos principales del marco económico y social en el cual floreció en Nacionalsocialismo de Hitler. En las elecciones presidenciales de 1932, cuando los desocupados sumaban seis millones, lo nazis lograron el 37% de los votos y se convirtieron en la segunda fuerza nacional por detrás de los conservadores, que pusieron en la presidencia de la agonizante República del Waimar al anciano mariscal Paul von Hindemburg, un héroe de la Gran Guerra.

Hitler, que era el más avezado político alemán en cuestiones de propaganda moderna, no vacilaba en el uso de los medios audiovisuales, la prensa gráfica, el avión y los actos multitudinarios en estadios y plazas, se había granjeado el apoyo económico de los grupos concentrados -en particular la industrias química y siderúrgica-, interesados en el rearme alemán. Consideraban el extremismo racista del líder nazi como "un mal menor" ante el avance de la "marea roja" que, temían, invadiría Europa nuevamente, como entre 1917 y 1921. Con estos aliados Hitler fue nombrado canciller en enero de 1933. El fallecimiento de Hindemburg al año siguiente, removió el último obstáculo en su avance hacia el poder total. 

Propaganda Nazi antisemita
Pero el Führer no había esperado esa circunstancia para empezar a actuar. El incendio del Reichstag (27 de febrero de 1933) le había servido como escusa para iniciar una represión política feroz, que abarcó, al principio, a los comunistas; pero que rápidamente alcanzó a las otras expresiones de izquierda. A medida que se radicalizaba la dictadura nazi, la represión alcanzó a los liberales, a los católicos, a los masones y a los propios partidarios nacionalsocialistas más radicalizados, acaudillados por el capitán Ernst Röhm (asesinados en la Nacht der langen Messer, purga ocurrida entre el 30 de junio y el 2 de julio de 1934). Los judíos fueron elegidos como "cabeza de turco" en la propaganda nazi. Señalados como los principales culpables de todos los infortunios de la nación alemana y la "raza aria", sufrieron también también el proceso de radicalización de la dictadura nazi: discriminación, persecución, expatriación y muerte. Pero la manía racial nazi también se volvió contra otras minorías, como los gitanos, y contra elementos indeseables, como los dementes y discapacitados, con una brutal campaña de eutanasia.

El gobierno de Berlín planificó cuidadosamente la economía, como estaba de moda, sin dejar de reconocer el valor de los capitales privados. Deseaba poner a punto el aparato bélico alemán para afrontar una guerra, que era inevitable. El Tercer Reich, que iba a durar mil años, era consiente desde el primer día que estaba en una carrera contra el tiempo. La propaganda nazi, organizada por Joseph Goebbels, hizo hincapié en los valores raciales de los arios alemanes, y los invitó a aumentar la natalidad y prepararse moral y materialmente para la conquista del "espacio vital" del pueblo alemán. Mientras se depuraba a la Wehrmacht para ponerla al servicio del Reich, paralelamente se adoptaban las medidas oportunas para buscar aliados para el inevitable conflicto que se avecinaba. El retiro de la Sociedad de Naciones y la reanudación del servicio militar de dos años, preanunciaban las medidas que Hitler pronto iba a adoptar.

También la Italia de Mussolini aspiraba a retornar a las glorias del antiguo Imperio Romano. La invasión de Etiopía, el milenario reino del Negus, en 1935, operación realizada por el mariscal Pietro Badoglio, permitió al Duce informar desde los balcones del Palacio Véneto, en Roma, que Italia había vuelto a ser un imperio. Sancionado por la Sociedad de Naciones, que, en verdad, no hizo mucho para detenerlo, el gobierno fascista estrechó lazos con la dictadura nazi; con la que se encontraba, hasta entonces, distanciada debido a los intereses contrapuestos respecto de Austria: tanto Hitler como Mussolini querían influir sobre este pequeño estado alpino, que había sido el más desmembrado por Versalles.   

En el continente asiático Japón superó rápidamente los efectos del crack financiero de 1929. A partir de 1931 el gobierno imperial estaba virtualmente en manos del partido militar, que aspiraba a extender la hegemonía japonesa a China, Manchuria, el sudoeste asiático y las islas del Pacífico. Un verdadero auge de las industrias metalúrgica y química, acompañado por una fuerte campaña de educación nacionalista, multiplicó el poder expansivo de Japón, que en 1937 inició la guerra contra China -que debería considerarse, el verdadero comienzo de la Segunda Guerra Mundial-. Las tropas japonesas ocuparon Pekín, Shanghai y Nankín a sangre y fuego. Ese mismo año el gobierno de Tokio, que ya se había retirado de la Sociedad de Naciones, firmó con Alemania el llamado Pacto Anticomitern. 

Afiche de los Planes Quinquenales
La Unión Soviética pudo afrontar la crisis del capitalismo mundial gracias a su aislamiento. Dos planes quinquenales sucesivos modificaron por completo la matriz productiva de la república socialista, que de un país agroexportador se convirtió en una potencia industrial. Se construyeron ferrocarriles, canales y grandes represas hidroeléctricas -como las del río Dniéper-, plantas metalúrgicas y fábricas de tractores que cambiaron el ritmo de muchas regiones del basto territorio soviético. No quedaban en los años 30 rastros de industria privada y la colectivización del agro había sido concluida con una brutal crudeza. 

Políticamente, la dictadura de Stalin había concluido la etapa "revolucionaria", y había supeditado al partido a la función de una maquinaria altamente burocratizada; a la que hacía falta, cada tanto, "purgar" de conspiradores, reales o supuestos. La represión, en realidad, estaba quirúrgicamente dirigida a los posibles opositores o elementos contestatarios del régimen stalinista. Los procesos de Moscú (a partir de 1936), le costaron la vida a viejos dirigentes revolucionarios, y en 1940 León Trotsky, por orden de Stalin, fue asesinado en su exilio mexicano.    



© carlitosber.blogspot.com.ar, Octubre 26 MMXIV
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