viernes, 11 de enero de 2013

El sexo en la historia (10° Parte)

La ¿oscura? Edad Media
(Primera Parte)

El pecado original, por Bertram von
Minden, 1375. El tema de Adán y Eva
 daba la ocasión más habitual de
representación de desnudos durante
la Edad Media.
La cristiandad convirtió en pecado y prohibió la masturbación, la homosexualidad, el incesto, el estupro, el amancebamiento, el adulterio y otros asuntos matrimoniales. En cualquier caso, la vivencia de la sexualidad y la desnudez del cuerpo tuvo tratamientos muy distintos en cada época y lugar; y diferentes expectativas para cada nivel social (se consideraba que era propio de los campesinos un comportamiento animal, es decir, natural, y se pretendía que los nobles y clérigos tuvieran más voluntad para controlar sus instintos). La erradicación de la prostitución no se concebía posible, dado lo inevitable del pecado, y su papel de mal menor que evitaba que el deseo irrefrenable de los varones fuera en contra del honor de las doncellas y las mujeres respetables. Por lo general, los historiadores suelen coincidir que el periodo de la Plena Edad Media fue una etapa de mayor libertad de costumbres de lo que normalmente se piensa.




Una pila de nervios: Algunos anatomistas medievales creían que el pene era un manojo de nervios que nace de la espina dorsal y termina en el miembro viril. Es por eso que lo llamaron cauda nervorum.

Creencias inhumanas: Los católicos del siglo V propugnaron con "sólidos argumentos" que la mujer no tenía espíritu moral e incluso debatían si la hembra de nuestra especie era humana. 

Las relaciones condicionadas: Durante las llamadas "Edades Oscuras" medievales (c. 385 - 1.000), el sexo dentro del matrimonio cristiano debía practicarse siguiendo reglas muy estrictas. Por ejemplo, el sexo oral y anal eran pecado mortal, y el coito debía practicarse sólo en una posición, el hombre arriba con actitud dominante y la mujer abajo, dejándose llevar con sumisión.  También era obligatorio reprimir el deseo desmesurado o voluptas, las fantasías sexuales -delectio fornicationis-, las caricias y los contactos -contactus partium corporis-, ya que constituían un placer innecesario para la procreación. El acto sexual no podía hacerse nunca con la menstruación ni durante la penitencia en sábados, miércoles, viernes y días de fiestas religiosas.

Odón de Cluny, miniatura del siglo XI
A fuego lento: En la España medieval, los matrimonios que abortaban eran enviados a la hoguera.

Misoginia medieval: En el siglo X, el religioso Odón de Cluny (879-942), hijo de un noble turinés, lanzó a sus monjes la siguiente arenga misógina para prevenirlos de la atracción femenina: "La belleza del cuerpo sólo reside en la piel. En efecto, si los hombres vieran lo que hay debajo de la piel, la visión de las mujeres le daría náuseas... Puesto que ni con la punta de los dedos toleraríamos tocar un escupitajo o un excremento, ¿cómo podemos desear abrazar este saco de heces?".

¡Claro que importa el tamaño!: Los legisladores españoles del medioevo podían anular un matrimonio si el marido demostraba que su mujer era frígida o estrecha. ahora bien, si la mujer repudiada se casaba con otro hombre y lo satisfacía sexualmente, el legislador debía divorciarla de nuevo y casarla con el primer marido. Para evitar suspicacias y errores judiciales, Alfonso X el Sabio (1.221-1.284), rey de Castilla y de León (1.252-1.284), estableció el código legislativo denominado "Las Partidas" un examen previo de los varones implicados: "Se debe mirar si son semejantes o iguales aquellos miembros que son menester para engendrar, y si comprobaren que el primer marido no lo tiene mucho mayor que el segundo, entonces la deben tornar al primero, pero si el primer marido tuviera un miembro tan grande que de ninguna manera pudiera conocerla carnalmente, sin gran peligro para ella, aunque hubiere quedado con él, no la deben separar de su segundo marido porque parece claro que el obstáculo que había entre ella y su primer marido duraría siempre".

Luis IX, pintura deAugust von Wörndle,
Santuario Maria Witterschnee (Viena)
Una expulsión fuera de lugar: En 1.254, el rey Luis IX decretó el destierro de todas las prostitutas de Francia, pero cuando comenzó a aplicarse el Edicto se observó un aumento del negocio en forma clandestina, lo que indujo a revocarlo en 1.256. Un nuevo decreto especificaba en qué zonas de París podían vivir estas mujeres y reglamentaba su forma de actuar, la ropa que podían usar y las insignias que las caracterizaría. Además, se las sometía a una inspección y control por parte de un magistrado policial, que vulgarmente era conocido como "el rey de los alcahuetes, mendigos y vagabundos". En su lecho de muerte, Luis IX aconsejó a su hijo que renovara el "Decreto de Expulsión", cosa que éste hizo con resultados igualmente desastrosos.

Generación espontánea: Una creencia popular aseguraba que si se plantaban los pelos de una mujer menstruante en estiércol se engendraba, gracias al calor del sol, una enorme y despreciable serpiente.

Enrique de Mondeville (1260-1320)
enseñando, imagen extraída de
'La Chirurgie de Maitre Henri de Mondeville'.
Aires de placer: A comienzos del siglo XIV, Enrique de Mondeville, cirujano de los reyes de Francia Felipe I y Luis X, al examinar el clítoris de la mujer vio en él la extremidad de la uretra y comparó el capuchón de piel que lo protege con la campanilla de la garganta que, según el doctor, modifica el aire que entra en los pulmones. Para Mondeville, el clítoris venía a ser un filtro que seleccionaba los olores y el aire que ascienden por sus conductos.  En el medioevo, se creía que la mujer tenía un poder especial para captar y absorber las exhalaciones telúricas, hasta el punto de que el mismo Alberto Magno (1.200-1.280) citó el caso de una mujer que, según su propia confesión, obtenía placer con la acción del viento.

En el buen camino: En la Baja Edad Media (1.250-1.500), a las prostitutas profesionales u ocasionales que deseaban dejar el oficio, ya fuese por ser mayores u otros motivos, les resultaba muy difícil su reinserción laboral. En el año 1.198, Inocencio III advirtió que casarse con una meretriz constituía una buena obra, ya que de ese modo se la ayudaba a abandonar una vida pecaminosa. Siguiendo los consejos papales, se crearon numerosas fundaciones como la de Halle, a través de la cual "píos muchachos tomaban en matrimonio a la pecaminosa". Y en Alemania, los miembros de la orden de la Magdalena fundaron la llamada Casa de las Almas, que recibía a prostitutas arrepentidas bajo un régimen similar al de un convento, salvo que no estaban obligadas a hacer voto de castidad. De hecho, algunas mujeres abandonaron este centro de rehabilitación como honradas prometidas de respetables burgueses.

El coleccionista de damas: En la España musulmana, los emires incorporaban a sus harenes a mujeres españolas, preferiblemente jovencitas de alta alcurnia, como muestra de su superioridad. Quizás peste fue el motivo de la boda entre un jefe militar árabe y una de las hijas del conde visigodo Tedomiro, señor de la Cora de Tudmir, para que la ocupación de las tierras murcianas fuese pacífica; también de la entrega de un centenar de doncellas nobles por parte de un rey cristiano de Asturias derrotado en la batalla; y el del regalo que le hizo un rey de León al soberano de Córdoba para sellar la paz, que no fue otro que una de sus hermanas, joven y virgen.
Constantino examina la orina de un paciente.

Bueno, pero con efectos secundarios: A pesar de que reconoció que el sexo puede reportar beneficios para la salud, el médico y traductor italiano Constantino el Africano destacaba en su obra "Liber de coitu" (siglo IX) que la práctica sexual tiene algunos efectos secundarios indeseables: entre otros, tristeza, hinchazón del vientre, dolor de cabeza, audición de sonidos agudos, debiliad, temblores, contracciones y olor corporal desagradable.

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